domingo, 6 de mayo de 2012

Los principales ríos españoles

Principales ríos españoles

-El MIÑO (340 km.) Es de caudal regular, nace en el Norte de la provincia de Lugo; pasa por Lugo, Orense y Tuy, separa la provincia de Pontevedra de Portugal y desemboca en el Atlántico. Su principal afluente es el Sil.







-El DUERO (937 km.) Tiene su cuenca, la más extensa de la Península, en la Meseta Norte. Nace en el pico de Urbión, pasa por Soria, Toro y Zamora y hace de límite entre España y Portugal. Es navegable en este país y desemboca en el Atlántico por Oporto. Afluentes principales: por la derecha, el Pisuerga y el Esla; por la izquierda, el Eresma y el Tormes.




-El TAJO (1.008 km.) Es el río más largo de la Península. Su cuenca se extiende en la Meseta Sur, entre la Cordillera Central y los Montes de Toledo. Nace en la Sierra de Albarracín (Teruel) y corre de Este a Oeste, como los otros grandes ríos de la Meseta. Pasa por Aranjuez, Toledo, Talavera de la Reina y Alcántara. Sirve después de límite entre España y Portugal, hasta que se interna en este país y desagua en el Atlántico por Lisboa.







-EL GUADIANA (825 km.) Es, por su caudal, el menos importantes de los ríos de la vertiente atlántica. Nace junto a la sierra de Alcaraz (Albacete), atraviesa las lagunas de Ruidera, se acerca a Ciudad Real y pasa por Mérida y Badajoz. Luego tuerce su curso hacia el Sur, sirviendo de límite entre España y Portugal, se interna en territorio portugués y desagua en el Atlántico por Ayamonte, después de servir otra vez de límite entre los dos países. Sus afluentes más importantes son el Cigüela por la derecha y el Jabalón y el Zújar por la izquierda.






-EL GUADALQUIVIR (680 km.) Es un río de llanura. Nace al pie de la sierra de Cazorla. Pasa por Córdoba y Sevilla, desde donde es navegable hasta su desembocadura en el Atlántico por Sanlúcar de Barrameda. Recibe como afluentes, por la derecha, el Guadalimar, el Jándula y el Guadiato, y por la izquierda, el Guadiana Menor y el Genil.





-El EBRO (928 km.) Es el río más largo y caudaloso de España. Nace en los manantiales de Fontibre, cerca de Reinosa (Santander). Para por Miranda (Burgos), Logroño, Zaragoza y Tortosa y desemboca en el Mediterráneo formando un vasto delta. Por la derecha recibe como afluentes el Jalón, el Huerva y el Guadalope, y por la izquierda, el Aragón, el Gállego y el Segre. El Ebro tiene gran importancia económica, pues sus aguas se aprovechas para el riego y la navegación en los canales de Tauste, Imperial de Aragón y los dos del delta.





-El SEGURA (341 km.) Nace en la sierra de su nombre, riega las huertas de Murcia y Orihuela (Alicante) y desemboca cerca de Guardamar. Sus afluentes más importantes son el Mundo y el Sangonera.




-El JÚCAR (498 km.) Nace cerca de Muela de San Juan, pasa por Cuenca, riega la huerta de Alcira (Valencia) y desemboca por Cullera. Su principal afluente es el Cabriel. 









domingo, 12 de febrero de 2012

ALFREDO Y VIOLETA

Olía a tabaco. Normalmente, el simple olor de un cigarro no me disgustaba, pero no era solo uno, sino varios.
Casi todos los hombres de la sala estaba fumando, incluido el Duque, quien había contratado mis servicios  como prostituta durante un tiempo. En realidad, no estaba tan mal, voy a fiestas de nobles, como en restaurantes de lujo, voy a todo tipo de eventos que cualquier prostituta no podría.
No aguantaba todo el humo que había en la sala, todo el castillo olía a tabaco.
-Voy fuera.- le dije al Duque.
El se limitó a mirarme y a no decir nada.
Salí al balcón y respiré una bocanada de aire. Fui a la barandilla del gran balcón, y me apoyé en ella. Estaba pensando en como sería mi vida si no fuera lo que era, una prostituta de lujo, un objeto sexual de los hombres cuando querían.
Escuché pasos detrás de mí, pero no me volví a ver quién era, hasta que se apoyó en la barandilla a escasos metros de mí.
-¿Le importa que fume, señora?-
Giré la cabeza para ver quien era. Un hombre, más joven que yo, me miraba esperando una respuesta
Señora... hace mucho tiempo que no me llamaban así.
Le lancé una sonrisa y le dije que no, tímidamente.
-Me llamo Alfredo.- dijo mirando hacia delante.
-¿Y usted?.
-Violeta.
Era una situación extraña, puesto que no conocía a ese caballero de nada. Él me miró y yo a él. Nos quedamos prendados el uno del otro, mirándonos, y un silencio se apoderó de la situación.
El apartó la mirada y miró hacia la luna, que hermosa coronaba el cielo negro.
-Hoy hay una luna preciosa.- me dijo Alfredo.
Estuvimos hablando de cosas nuestras, de ideas, y me pareció un joven encantador. Pensábamos igual... y por primera vez desde que era una prostituta, había tenido una conversación normal e interesante con un hombre.
-Oye, me ha encantado conocerte, hemos tenido una conversación interesante y me ha gustado mucho hablar contigo.- me dijo Alfredo.
-A mí también me ha gustado mucho conocerte.- le dije.
-Me tengo que marchar, nos vemos pronto.- dijo Alfredo.
Yo me quedé unos minutos más en el balcón, sola, pensando en aquel caballero y de todo lo que habíamos hablado, era mi hombre perfecto.
Me acordé del Duque. Había pasado bastante rato desde que le dije que iba a salir al balcón.
Suspiré, me llevé las manos a la cabeza para arreglarme el pelo y me dirigí hacia la puerta para entrar en la sala otra vez.
Visualicé a los hombres de la sala. El Duque no se encontraba entre ellos.
-¿Sabes donde está, Alberto, el Duque?- le pregunté a un sirviente que pasaba a mi lado.
-El Duque se fue, hará un rato.- me dijo mientras desaparecía con una bandeja de plata en las manos, entre la muchedumbre.
¡Gracias!.- le grité.
Pensé en ir a la puerta por si lo encontraba por allí, montándose en su coche de caballos para marcharse a su casa.
El castillo estaba abarrotado de gente, había nobles y ricos mirara por donde mirara.
-La fiesta está siendo un éxito.-Susurre.
Mientras recorría los largos pasillos y atravesaba las inmensas habitaciones del castillo seguía oliendo a áspero tabaco.
Cuando salí fuera, en la puerta no había nadie, el Duque se había marchado y me había dejado sola como de costumbre. Siempre me dejaba sola en fiestas importantes y se iba con los demás nobles, bueno, siempre a no ser que necesitara mis servicios, claro.
Estaba pensando en coger un coche de caballos que me llevara a mi casa...
-¿Necesitas que te lleve?- me gritó alguien desde un coche de caballos, que se paró justo delante mía.
Era Alfredo.
-No, es igual, ya cojo un coche y...
No me dejó acabar.
-Vamos, si me coge de camino.- me dijo Alfredo.
Le sonreí y acepté su invitación.
Alfredo me propuso tomar un té una tarde, yo acepté con la condición de que lo tomáramos en mi casa.
Estuvimos todo el tiempo hablando de nuestras cosas hasta que llegamos a mi casa.
-Es aquí.- le dije.
-¿Te parece bien que venga mañana a tomar el té?.- me dijo sonriendo.- Lo tomaría ahora, pero creo que es demasiado tarde.- bromeó Alfredo.
Le sonreí.- Está bien, mañana al medio día, te espero.- le dije.
Alfredo me besó la mano y se fue. Entré en mi casa y no tardé en acostarme.
Pero no podía dormir.
Pensaba en Alfredo, en todas las conversaciones que habíamos tenido, en las cosas en común que teníamos y en el mal que me hacía no contarle a qué me dedicaba. Tenía que contárselo. Lo haría cuando viniera a tomar el té, estaba decidida.
Me levanté tarde, debido a que me acosté tarde, pensando en como le contaría a Alfredo mi profesión.
Así que almorcé y fui a asearme y a vestirme, pues pronto llegaría Alfredo.
Llegó Alfredo, y yo estaba muy nerviosa, se me entrecortaba la respiración, pero conseguí reunir fuerzas y se lo conté todo.
Quedó sorprendido, en su mirada se podía ver la tristeza que sentía.
Me dijo que tenía que pensar y se fue.
Yo no podía contener las lágrimas y durante tres días no supe nada de él...
Estaban llamando a la puerta. Fui a abrir y era Alfredo.
-Hola...- me dijo.
Yo sin contestarle, le invité a pasar dentro.
Él me contó que estaba dispuesto a seguir conmigo, si lo dejaba. Si dejaba el trabajo y nos íbamos de la ciudad, me dijo que me amaba, y yo a él.
-Sí, estoy dispuesta, porque te amo.- le dije.
Días después nos mudamos a una casa en el campo que tenía Alfredo. Durante meses vivimos muy felices. Todo era de color de rosa. Y no me arrepentía de haber dejado mi lujosa vida, porque le amaba.
Él era lo que yo quería.
Un día Alfredo tubo que ir a la ciudad, a arreglar unos papeles, y yo me quedé sola en la casa. Me disponía a hacer la comida cuando escuché pasos de caballos fuera. Me asomé a la ventana levantando un poco la cortina, y vi un coche de caballos muy lujoso. De él salió un hombre ya mayor, vestido con unos ropajes muy elegantes. Llamó a la puerta y yo le abrí.
Ese hombre era el padre de Alfredo, que de rodillas me pidió que dejara a su hijo. Yo empecé a llorar. Me dijo que todos hablaban de nuestra relación, y Alfredo estaba perdiendo su reputación como noble. Yo con mucha pena decidí dejar a Alfredo por su bien.
Ya era por la tarde y llegó Alfredo.
Le pedí que me besara como si fuera la última vez. Y el lo hizo.
Esa misma noche, me fui sin decirle nada, volvía a mi antigua vida, ya nunca lo volvería a ver.
Había pasado mucho tiempo desde lo mío con Alfredo.
Estaba en una fiesta, con un Conde, Marcelo, quien había contratado mis servicios, bueno, más bien estaba esperando a que saliera de una partida de cartas. Cuando se abrían las puertas de la sala donde estaban jugando la partida, quedé sorprendida. Alfredo salió hablando con más hombre.
Me humilló en público y el dinero que había ganado en la partida, me lo tiró a la cara. Yo empecé a ver todo borroso y me desmayé.
Cuando me levanté, estaba en mi casa tumbada en una cama, mi sirvienta me dijo que estaba gravemente enferma y que me moría.
Un día después de tanto tiempo apareció Alfredo, ese día me encontraba muy mal y muy cansada.
Me alegré mucho al verlo...
Pero volví a ver todo borroso y me volví a quedar dormida... pero esta vez nunca desperté.
                                                                         
                                                                      FIN

lunes, 14 de noviembre de 2011

La historia de Farenheit 451

En un tiempo futuro, en Londres, vivían un hombre y su mujer, Paul y Julie.
La casa en la que vivían era futurista, como todas las demás de la ciudad.
Él era un bombero, pero no un bombero cualquiera, en vez de apagar fuego, lo provocaba.
Su trabajo consistía en quemar libros, ya que estaban totalmente prohidos, porque el gobierno pensaba que los libros te llenaban la cabeza de mentiras.
A todo aquel que tuviera un libro, se lo arrebatarían para luego quemarlo con un lanzallamas.
Paul pensaba que su trabajo estaba bien, y que los libros eran malos.
Un día, Paul y sus compañeros de trabajo recibieron un aviso. Se trataba de una anciana, que tenía el sótano lleno de montones y montones de libros.
Fueron a casa de la anciana, que amablemente trató a los bomberos, incluso los invitó a entrar, pero ella negaba tener un sótano y mucho menos libros.
Paul fue a echar un vistazo por la casa de la señora mayor.
Vio una alfombra un poco sospechosa y la levantó. Encontró una puerta y unas escaleras de madera que se dirigía a lo que parecía ser un sótano.
Paul entró y vio montones y montones de libros.
Llamó a sus compañeros para que le ayudara a sacar todos los libros del sótano para llevarlos al patio de la anciana y poder quemarlos.
La anciana intentó impedir que los quemasen, pero sin resultado. Cuando le prendieron fuego a todos los libros, la anciana se abalanzó a la inmensa hoguera.
Llamaron a la ambulancia y la sacaron de ahí, para llevarla al hospital, en el que murió mas tarde. Paul quedó desconcertado, no sabía por qué esa anciana estaba dispuesta a morir por unos libros, aunque él nunca había leído uno, no lo entendía, no entendía lo que tenían esos libros.
Al día siguiente lo volvieron a llamar para que fuera a quemar otros libros.
Estando allí, en una lámpara descubrió que tenían un libro escondido, Paul se lo guardó, por la curiosidad que sentía hacia ellos, y él y sus compañeros quemaron el resto.
Esa noche cuando su mujer dormía, fue al cuartillo de su casa, y con una linterna, empezó a leer el libro. A Paul le encantaba.
Se dio cuenta de que había pasado dos horas y que era muy tarde, así que escondió el libro detrás de una estantería y regresó con su mujer a la cama.
Durante bastantes días, cuando iba a casas de personas a quemar libros, siempre se quedaba uno.
Todas las noches, se levantaba de la cama cuando su mujer dormía y se iba a leer, después escondía el libro detrás de la estantería.
Tenía ya un montón de libros detrás de esa estantería.
Una noche su mujer se levantó con sed, cuando vio que su marido no estaba, pensó que había ido al baño, pero pasó mucho tiempo y él no volvía.
Su mujer empezó a sospechar. Vió una pequeña luz en el cuartillo y fue a ver qué era. Julie abrió la puerta y quedó sorprendida al ver a su marido leyendo un libro.
Paul creyó que ni lo iba a delatar, porque ella lo quería. Al día siguiente cuando lo llamaron para quemar libros su mujer lo delató.
La casa en la que Paul tenía que quemar libros se encontraba en su barrio. Cuando estaban allí, Paul miró hacia su casa, otros bomberis estaban entrando en ella.
Paul puso una excusa. Dijo que no se sentía bien, y que iba un momento al baño.
Salió por la ventana del baño, que daba a un bosque. Corrió y corrió, hasta salir de él. Se veían los campos y a un campesino trabajando. Paul había oído a veces hablar de un grupo de personas, que se encontraban después del bosque, y a los que les permitían tener libros.
Paul le preguntó al campesino por ese grupo de personas. El campesino le dijo donde se encontraban. Cuando llegó a donde el campesino le dijo, vio un monton de chozas. Esas personas le dijeron que los libros que tenían se encontraban en sus cabezas y que para que Paul se quedara a vivir con ellos tenía que memorizar un libro. Paul memorizó un libro que un viejo anciano a punto de morir, le contó.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

TIPOS DE CLIMAS:

*Clima mediterráneo:


     


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